sábado, 30 de agosto de 2008

Cuerpo y Psicología del Actor

CUERPO Y PSICOLOGÍA DEL ACTOR.

Es un hecho conocido que el cuerpo humano y su psicología se influyen el uno al otro y se hallan en constante acción concentrada. De esta manera un cuerpo poco desarrollado o muscularmente superdesarrollado puede fácilmente ofuscar la actividad de la mente, embotando los sentimientos o debilitando la voluntad. Porque cada campo o profesión es propicio a los hábitos característicos ocupacionales, molestias y azares que inevitablemente afectan a quienes lo practican o trabajan en ello. Es muy raro que hallemos equilibrio o armonía entre el cuerpo y la psicología.
Pero el actor, que debe considerar su cuerpo como un instrumento con el cual expresar las ideas creadoras en el escenario, debe esforzarse por obtener la completa armonía entre ambos: cuerpo y psicología.
Hay ciertos actores que pueden sentir sus papeles profundamente y comprenderlos con diafanidad, pero que no aciertan a expresar ni a transmitir al público estas riquezas que llevan dentro. Aquellos maravillosos pensamientos y emociones se ven encadenados de algún modo en el interior de sus cuerpos no desarrollados. El proceso de ensayar y representar constituye para ellos una lucha dolorosa contra su propia demasiado sólida, sólida carne, como decía Hamlet. Pero no tienen por qué desanimarse. Todo actor, en un grado mayor o menor, sufre alguna vez de estas resistencias de su cuerpo.
Para dominar aquéllas, son necesarios los ejercicios físicos, pero deben ser cimentados sobre principios diferentes de los que se emplean en la mayor parte de las escuelas dramáticas. La gimnasia, la esgrima, los ejercicios acrobáticos, calisténicos y de lucha, son indudablemente buenos y útiles de por sí, pero el cuerpo de un actor debe someterse a un género especial de desarrollo de acuerdo con las exigencias particulares de su profesión.

¿Cuáles son estas exigencias?

En primer lugar y con carácter preferente figura la extrema sensibilidad del cuerpo ante los impulsos psicológicos creadores. Esto no puede obtenerse mediante un ejercicio estrictamente físico. La psicología misma debe tomar parte en semejante desarrollo. El cuerpo de un actor debe absorber cualidades psicológicas, debe ser poseído y colmado por ellas hasta que lo trasmuten gradualmente en una membrana sensitiva, una especie de receptor o conductor de las imágenes sutiles, sentimientos, emociones e impulsos volitivos.
A partir del último tercio del siglo diecinueve una perspectiva materialista mundial ha venido reinando, con poderío siempre creciente, en la esfera del arte, tanto como en la de la ciencia y en la vida diaria. En consecuencia, tan sólo las cosas que son tangibles, tan sólo aquello que es palpable y únicamente cuanto tiene la apariencia externa de los fenómenos de la vida, parece poseer validez bastante para atraer la atención del artista.
Bajo la influencia de los conceptos materialistas, el actor contemporáneo se ve constantemente corrompido, sin necesidad, por la peligrosa práctica de eliminar los elementos psicológicos de su arte y sobreestimar la significación de lo físico. Así, tanto más profundamente se hunde en este medio antiartístico, su cuerpo se hace cada vez menos animado, más y más sombrío, denso, parecido a una marioneta, y en casos extremos llega inclusive a evocar a un autómata de su edad mecánica. La venalidad le suministra un substitutivo conveniente de la originalidad. El actor comienza por recurrir a toda clase de trucos y viejos moldes teatrales, con lo que muy pronto acumula numerosos hábitos peculiares de actuar y amaneramientos corporales. Pero sin que nada importe cuan buenos o malos sean o parezcan ser, constituyen en suma un reemplazo para sus reales emociones o sentimientos artísticos, para una creación auténtica en el escenario.
Además, bajo el poder hipnótico del materialismo moderno, los actores se sienten más bien inclinados a descuidar los límites que deben separar la vida diaria de la del escenario. Se esfuerzan por el contrario en ofrecernos la vida tal como es, y con tal de hacerlo así se transforman en vulgares fotógrafos más bien que en artistas. Propenden peligrosamente a olvidar que la verdadera tarea del artista creador no estriba en copiar meramente las apariencias externas de la vida, sino en interpretar la vida en todas sus facetas y profundidades; en enseñar lo que se oculta tras el fenómeno llamado vida, hasta permitir al espectador ver más allá de las superficies y apariencias de la vida.
Porque, ¿no es el artista, el actor en el verdadero sentido, un ser que se halla dotado de la habilidad de ver y experimentar cosas que se mantienen ocultas para el promedio de las personas? ¿Y no radica su misión real, su gozoso instinto, en transmitir al espectador, como en una especie de revelación, su propia impresión de las cosas, como él las ve y las siente? Sin embargo ¿cómo poder hacerlo, si su cuerpo se halla encadenado y limitado, en sus medios expresivos, por la fuerza de influencias antiartísticas, y no creadoras? Dado que su cuerpo y su voz son únicamente los instrumentos físicos sobre los cuales debe basar su actuación, ¿no debe protegerlos contra restricciones que son hostiles y deletéreas para su arte?
El pensamiento materialista, frío y analítico, tiende a coartar el vuelo de la imaginación. Para contrariar esta mortal intrusión, el actor debe oponerle sistemáticamente la tarea de alimentar su cuerpo con otros impulsos distintos a aquellos que lo impelen a un modo estrechamente materialista de vivir y pensar. El cuerpo del actor puede revestir un valor óptimo para él, tan sólo cuando lo mueva una incesante corriente de impulso artístico; solamente entonces, podrá ser flexible, expresivo y, lo más vital de todo, sensitivo y capaz de responder a las sutilezas que constituyen la vida creadora interior del artista. Porque el cuerpo del actor debe moldearse y rehacerse desde adentro.
Tan pronto como usted comience a practicar su voluntad quedará atónito al ver cuanto y cuan ávidamente el cuerpo humano, especialmente si es el de un actor, puede allanarse y responder a toda especie de valores psicológicos. Por tal motivo, para el desarrollo de un actor, los ejercicios psicofísicos deben buscarse y aplicarse...

Esto nos lleva al lineamiento de la segunda exigencia, la cual no es otra que la riqueza de la psicología en sí misma. Un cuerpo sensible y una psicología rica, colorida, se complementan hasta crear aquella armonía tan necesaria a los fines de un actor profesional.
Usted puede llegar a ello mediante un constante crecimiento de su interés. Trate de experimentar o asumir la psicología de personas de otros tiempos, mediante la lectura periódica de piezas teatrales, novelas históricas e inclusive la historia misma. A la vez que realiza esto, trate de penetrar sus pensamientos sin imponerles sus modernos puntos de vista, conceptos de moral, principios sociales, o cualquiera otra cosa que se contraiga a su naturaleza u opinión personal. Trate de comprenderlos a través de su modo de vivir y las circunstancias que rodearon sus vidas. Rechace el dogmatismo de la errónea noción de que la personalidad humana nunca cambia, sino que sigue siendo la misma por encima de todos los tiempos y edades. (Una vez oí decir a un actor prominente: "¡Hamlet fue precisamente un tipo parecido a mí!" En un instante acababa de traicionar su pereza interna que le impedía entrar fondo en la personalidad de Hamlet, y su falta de interés ante los límites de su propia psicología.)
De modo análogo, intente penetrar la psicología de las diferentes naciones; vea de definir sus características específicas, sus rasgos psicológicos, sus intereses, su arte. Ponga en claro las diferencias esenciales que distinguen unas naciones de las otras.
Luego, haga lo posible por penetrar la psicología de las personas que le rodean y por las cuales siente usted antipatía. Busque en ellas algo bueno, cualidades positivas de que quizá no se dio cuenta antes. Intente de experimentar lo que ellas experimentan; pregúntese a sí mismo por qué sienten o actúan en la forma que lo hacen.
Manténgase objetivo, con lo cual ampliará muchísimo su propia psicología. Todas estas experiencias substitutivas se grabarán por su propio peso, gradualmente, en el cuerpo de usted y le harán más sensible, noble y flexible. Y su habilidad para penetrar la vida interior de los caracteres que está estudiando profesionalmente, se agudizará en grado sumo. Empezará por descubrir el inagotable caudal de originalidad, inventiva e ingenio que es usted capaz de desplegar siendo un actor. Se le hará posible atisbar en su carácter aquellos matices bellos pero fugitivos que nadie sino usted, el actor, puede ver y, como consecuencia, revelar a un público.
Y si, como elemento adicional a las sugerencias que preceden, adquiere el hábito de suprimir todo criticismo innecesario, ya sea en la vida o en su trabajo profesional, usted acelerará considerablemente su desarrollo.

El tercer requisito estriba en la completa obediencia de ambos, cuerpo y psicología, al actor. El actor que llegase a ser dueño de sí mismo y de su arte eliminará el elemento "accidente" de su profesión, creando con ello un terreno firme para su talento. Solamente un incontestable dominio sobre su cuerpo y su psicología le darán la indispensable confianza en sí mismo, así como la independencia y armonía necesarias para su actividad creadora. Porque en la moderna vida cotidiana no hacemos un uso suficiente o adecuado del cuerpo, y el resultado es que la mayoría de nuestros músculos se truecan en cosas fatigadas, inflexibles y reacias a toda sensación. Por ello, debemos reactivarlos y hacerlos elásticos. El método completo que sugiere este libro nos conduce al cumplimiento de ese tercer requisito.

Al actor, sobre la técnica de actuación. Michael Chéjov