lunes, 12 de octubre de 2009

MIS MEDIAS TRANSGRESORAS
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Soy uruguaya, periodista y madre de dos mujeres; hoy tengo 61 años. Mi ruptura de reglas fue hace unos 15 años y tiene que ver con los mandatos y expectativas sociales de este país sureño en el que nací y crecí respecto a la mujer que pasa los 40. Aunque está cambiando, esa edad ha sido siempre un límite invisible que marca qué puede y qué no puede vestir alguien que aspira a no ser tildada de "puta", "vieja reblandecida" o "aspirante a pendeja". Pues bien, ya bien pasados mis 40, el que por entonces era mi marido —vaya a saber con qué fantasía— me trajo de regalo de un viaje al exterior un bellísimo par de medias negras con tulipanes estampados a lo largo de toda la pierna. Me enamoré de ellas, aunque no me animaba a ponérmelas. Hacerlo significaba acortar mis faldas para que se lucieran y salir a la calle dispuesta a ser blanco de las miradas nada discretas de hombres y mujeres. Un día, respiré hondo, tomé coraje y me fui con ellas a una fiesta aniversario del periódico feminista "La República de las mujeres". Había tanta gente que seguramente nadie reparó en mis medias. Debo confesar que mi abrigo era lo suficientemente largo como para disimularlas Otro día —tal vez de esos en que una necesita ser mirada— me las puse y salí a la calle. Me dijeron alguna estupidez salida de boca masculina y, para mi sorpresa, quienes clavaban los ojos en mis miembros inferiores eran mis congéneres. A las de tulipanes siguieron otras de flores de colores fluorescentes naranjas, verdes, azules. Y me las puse, ya sin miedo. Vinieron a mi guardarropa poco a poco las escocesas, las rayadas multicolores, las blancas y negras caladas, todas únicas y distintivas. Con el tiempo, logré quebrar la regla de grisura y la pacatería y pasé a ser conocida y reconocida por mis medias transgresoras. Hoy, en una curiosa percha para medias, atesoro más de 20 pares que comienzan a salir del armario apenas se anuncia el invierno. Han llegado en su mayoría de la mano de mis amigas que viajan y que me recuerdan a la distancia por esta quasi adicción de veterana, más cerca de la placidez propia de una abuela que de la agitación de una joven en plena conquista. Ya no me importa que me miren y comenten. Muchas mujeres se han animado a preguntarme en la calle dónde las compro y he descubierto, llena de orgullo, que algún par que otro han salido del escondite de mi dormitorio para distinguir las piernas de una bella mujer de 26 años llamada María, mi primogénita. Cristina Canoura es uruguaya y periodista, ha cumplido 15 años 4 veces y actualmente dirige la sección Salud del semanario Búsqueda