Sobre el mundillo del teatro y los actores
Samuel Blanco
Desde aquí, como el título indica, hablaré o hablaremos o discutiremos, del teatro y los actores. No pretendo ni crear tesis ni sentar cátedra. Solo compartir reflexiones desde el punto en que estoy en cada momento, con lo cual con el paso del tiempo, es posible que en algunas cosas cambie de opinión.
Sobre las preocupaciones del actor en escena
Hace un par de días un buen amigo, actor, estaba preocupado por como había ido la función del espectáculo que está representando ahora en Madrid. Yo, con toda mi buena intención digo: "¡No te preocupes, hombre! Irá creciendo según vayáis haciendo bolos, ya verás". Qué fácil es decir esto y que poco ayuda. La preocupación es algo que nosotros mismos nos imponemos y que no hace ningún bien al desarrollo de nuestro trabajo.
Al día siguiente seguía yo en la cabeza con el tema de las preocupaciones del actor, así que agarro de la estantería el libro "El actor y la diana" de Declan Donellan y me releo el capítulo 3: "El miedo". (De lo que escribo a continuación habrá referencias textuales al libro y reflexiones mías).
¿De qué tenemos miedo? ¿De hacerlo mal? ¿De olvidar un texto? ¿Que no le guste al público? ¿Caernos al foso? Si caemos en estas preocupaciones, quizá se conviertan en profecías que se cumplen. No sé, ¿alguien ha muerto por actuar mal? ¿lo han detenido y condenado por una mala función? Está claro que el día que haces un mal trabajo te fastidia, pero hacemos muchas cosas mal en nuestra vida y hay que afrontarlo y punto.
La pre-ocupación. La preocupación nos bloquea. Así que vamos a quitarle el prefijo "pre" y vamos a "ocupamos" del momento, del presente, de lo que necesitamos de la escena (el objetivo, la tarea, la diana... como queráis llamarlo), si trabajamos en el ahora y confiamos en todo el trabajo previo que llevamos encima ayudaremos a que los bloqueos desaparezcan.
Algo muy revelador de que nos preocupamos, o de que tenemos miedo, es el ojo externo. Somos capaces de estar trabajando en escena con los compañeros y a la vez estar viéndonos desde fuera, juzgándonos de si lo estamos haciendo bien o mal, regocijándonos en nosotros mismos o flagelándonos. Esto es indicio claro de que no estamos en el juego, sino que estamos hacia dentro. "¡No te juzgues!" (Ángel Simón, actor, profe y compañero, me repitió muchas veces esta frase).
La concentración. ¡Peligro! Mucho ojo con la concentración. Es otro recurso al que nos agarramos cuando caemos en la preocupación o el miedo. La concentración es otro elemento que nos lleva hacia dentro, hacia nosotros mismos. Es preferible trabajar hacia afuera, la atención, el estado de alerta. Pongamos el ejemplo de un gran felino cuando caza. Tiene muy claro su tarea, lo que necesita, su objetivo. Está totalmente "fuera", ocupado en el ahora, en como se mueve su presa, en cual es la dirección del viento para que su olor no llegue a su presa, en mantenerse oculto, calcula cual es el momento justo del ataque en relación a todo lo que pasa fuera.
Quedarnos en nosotros mismos y nuestra "concentración" puede provocar situaciones en las que demos por hecho como debería reaccionar nuestro compañero en la escena. Imaginaos al gran felino diciéndole a la cebra: "Es que no te has movido hacia la derecha y entonces no he podido devorarte".
El afán por tenerlo todo controlado acaba devorándonos. No podemos controlarlo todo, pero imaginar que lo hacemos nos tranquiliza. Nuestro control imaginario no es la realidad. No creamos la escena accionando e imponiendo nuestra idea por la fuerza, sino reaccionando a lo que en la escena ocurre en relación con lo que nos jugamos en ella (objetivo, tarea, diana...), y la reacción ocurre en el presente. Para reaccionar hay que estar en el ahora, abierto, hacia afuera, recibiendo todos los estímulos externos; para ello tenemos que quitarnos de encima la mayor parte de preocupaciones y miedos que nos bloquean y tener la libertad de actuar, de jugar en escena.
Me gustan los actores que aprovechan los accidentes que ocurren durante algunas funciones y los incorporan a la escena. Se cae un foco, suena un móvil, un panel que de repente se mueve solo ¿qué hago? ¿hago como si no hubiese pasado nada? ¡Caray, todo el mundo lo ha visto! ¡No puedo obviarlo!
Recuerdo una función de Esperando a Godot de la compañía Ultramarinos de Lucas. En la sala en la que actuaban, la dueña tenía un perro. No sé como el perro se escapó y se paseo en mitad de una escena en la que estaban los 4 personajes. La forma en la que los 4 actores incorporaron este nuevo elemento que nadie se podía imaginar que pudiera aparecer durante la función fue increíble. Dice mucho de todo el trabajo previo que los actores llevaban encima y de la apertura, la escucha, la atención y el estado de alerta con el que estaban trabajando; de la libertad con la que estaban jugando respetando las normas de su juego.
Por último, una referencia a la primera entrada de este blog. Cuanto más entrenamiento, trabajo y experiencia tengas, más libertad cuando estés en escena. No te preocupes, ocúpate. Para los que no lo habéis leído, os lo recomiendo, "El actor y la diana" de Declan Donellan, editorial Fundamentos.
lunes, 19 de abril de 2010
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